a paso lento
acorraladamente inquieto contemplaba la calle por entre las celosías de tu imagen ante el espejo. no me dejes acallar estas voces que corretean acompasadamente los zaguanes, mientras las nubes se conjugan para hacerme señales efímeras que indiquen dónde están los pasos de aquél señor que un día me dijo que podía ser cierto que, si observaba atentamente, encontraría la fórmula para salir de este reflejo. ciertamente una tarea difícil cuando no se puede sentir lo que se palpa con la piel del lagarto, una labor arrimada en el rincón de los primeros desgarres que dibujan las grietas de esta escultura que se yergue en tu mirada. no tengo tanto tiempo