Salir corriendo
Los caminos que la semana pasada recorrimos nos llevaron a una casa donde no había ventanas; cada cual se ubicó en el lugar que el instinto indicaba y nadie, nadie quedó muy cerca de mí. Éramos 8 personas y nadie estaba cerca de mí. Era de noche, por supuesto. No pude recordar muy bien cómo salir de la casa y me entregué al perfil bloggero que me sopla palabras no muy claras, para poder visualizar al menos una manera de salir. Salir de casa. Salir de mí. Pero no se ubicó ni una historia en el archivo semi-emocional de ningún perfil posible de cada una de las máscaras que sonríen diariamente. Pero en fin, no me queda más que pensar en Dios, que le escribe canciones a la Magdalena y a los pájaros de Portugal.
Pero cada cual habla de gatos o de perros y yo no sé de quién se habla. En fin, que las postrimerías del sauce que me regalaste están arrimadas en los pasillos del hospital a donde fui a parar por estar, cada una de las noches de mi vida, pensando en lo que nadie piensa y cantando las canciones del Dios adorado. ¿Y tú? No corras mucho, que el pasillo está resbaladizo; olvida las presiones que las horas por venir le cargan a tus hombros y entrégame una mirada que respire, al menos, de una emoción compartida. Por favor, ven otra vez...
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